Cristina Iglesias destapa el Londres subterráneo.

La escultura de agua y bronce 'Arroyos olvidados' forma parte del nuevo edificio de Bloomberg que ha diseñado Norman Foster.



Naturaleza, arroyos, tierra, raíces.
Hay vida debajo de los rascacielos, del cemento, del asfalto, del humo de los tubos de escape. Eso, al menos, es lo que dice Cristina Igleias. Y así lo ha querido mostrar en Arroyos olvidados, acaso el más ambicioso proyecto de arte público que ha abordado nunca la escultora donostiarra, que se puede disfrutar desde este martes en el corazón mismo de la City de Londres.

Se trata de una escultura de agua y bronce en tres partes, en la base del flamante edificio de Bloomberg, un elegante e imponente complejo diseñado por Norman Foster. 

Arroyos olvidados está compuesto por tres grandes aperturas en el suelo que dejan ver un enjambre orgánico de tierra y raíces, moldeado en bronce en una fundición de Eibar (Guipúzcoa), por el que fluye una corriente de agua que va llenando y vaciando las caprichosas e infinitas cavidades. Quienes conozcan la obra de Iglesias, la más internacional de las artistas españolas vivas, sabrán que su concepción del arte público escapa a una interpretación única. Y aquí, en esta insólita colaboración con el gran magnate de las finanzas neoyorquino y el gigante británico de la arquitectura, la escultora española asegura haber encontrado un terreno para desplegar buena parte de sus inquietudes.







Arroyos olvidados encierra un guiño al río Walbrook, uno de los ríos perdidos de Londres. Fluía por este lugar, entre lo que son hoy el banco de Inglaterra y la Mansion House, en el antiguo Londonium romano. “Pero la obra no es solo memoria, es también metáfora”, advierte Iglesias. “Es la naturaleza que está por debajo de nosotros y que está viva, las conexión entre las tres piezas es también nuestra conexión con la naturaleza”.







El proyecto es producto de una reflexión conjunta entre el arquitecto y la artista sobre los nuevos desafíos del arte público, incluido el de la seguridad ante ataques terroristas. “Llevo tiempo trabajando ideas con Foster”, explica Iglesias. “Vino a mi exposición en la galería de Marian Goodman en Nueva York hace cinco años, y hablamos de la escultura en relación con las diferentes necesidades y limitaciones del espacio público. En aquella exposición trabajaba sobre la idea de un foso, y eso le atrajo a Foster. En un edificio como este hay que pensar en muros de contención para evitar agresiones. Y en lugar de llenar el espacio público de bolardos y muros, le gustó esa idea de un foso que protege pero también funciona como punto de encuentro. Estos proyectos grandes te plantean retos, y eso es muy atractivo porque surgen caminos nuevos”.

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